Según estadísticas, el 90 por ciento de las pymes mexicanas son fruto de un negocio familiar. Con esfuerzo, un grupo de hermanos o el jefe de familia crea una pequeña empresa que, estima, será legado para las próximas generaciones.
Sin embargo, existe un problema, el cual radica en que al no poseer un ordenamiento institucionalizado, en muchos casos las pymes funden.
Es necesario contar con un plan de sucesión que prevea los inconvenientes de una nueva gerencia y que exista un esquema de profesionalización adecuado a cada rubro, con el fin de que la pirámide no se desmorone.
El liderazgo en una compañía que no posee una distribución de departamientos lo suficientemente sistematizada y en la que los trabajadores suelen responder a una sola persona es de considerable importancia.
El surgimiento de nuevos créditos accesibles para el rubro puede ayudar a aminorar algunos problemas, pero no solucionar cuestiones que son de base.
La familia es la gran compañera en el funcionamiento del emprendimiento. A pesar de ello, no siempre son los hijos o los hermanos lo suficientemente capacitados para tomar las riendas de forma correcta. La formación profesional vendría a delinear un camino seguro para la transición.
