Lo que empezó como un retraso puntual se ha convertido en un problema enorme. Miles de pequeñas y medianas empresas proveedoras de Pemex están en crisis. No porque hayan gestionado mal su negocio. No porque se hayan quedado sin clientes. La razón es mucho más sencilla y frustrante: no están cobrando.

Pemex acumula meses de impagos, y el golpe directo lo reciben sobre todo las pymes. Empresas que funcionan como subcontratistas, que dan servicios logísticos, mantenimiento, transporte o maquinaria, llevan tiempo operando a pérdida o directamente paradas. El resultado está claro: despidos, cierres, y hasta empresarios que están vendiendo propiedades personales para mantener a flote la compañía.
Lo que está pasando en números reales
A día de hoy, Pemex mantiene una deuda multimillonaria con sus proveedores. Hablamos de cifras que superan los 400 mil millones de pesos, una losa que afecta a miles de empresas en todo el país. Aunque parte de esa deuda ya ha empezado a saldarse, lo cierto es que la mayoría sigue esperando.
Hay zonas donde el impacto se nota más. Campeche, Tabasco o Veracruz son algunos de los estados donde más fuerte ha golpeado la crisis. Allí las pymes ya no pueden más: sin pagos, no hay nómina, y sin nómina, tampoco hay empleados. En muchos casos han tenido que despedir a todo el personal o parar completamente las operaciones.
Y no hablamos solo de retrasos de semanas. En muchos casos, las facturas llevan más de seis meses sin pagarse. Mientras tanto, los impuestos siguen corriendo, el SAT aprieta, y los proveedores más pequeños ya no tienen margen. Algunos están recurriendo a créditos personales para pagar a sus trabajadores. Otros directamente han cerrado.
Lo que se está haciendo (y lo que no)
La Secretaría de Hacienda ha anunciado que está liberando una parte del presupuesto para empezar a pagar deudas. Incluso se han hecho transferencias puntuales que han aliviado un poco la situación. Pero el problema sigue, y lo que más molesta a los empresarios es la falta de certeza.
Hay quienes tienen facturas aprobadas, entregadas y validadas… pero no cobran. Hay quienes ni siquiera pueden registrar sus documentos en los sistemas de Pemex. Y mientras tanto, los proyectos siguen en el aire, sin fecha para retomarse.
Además, se está hablando de medidas de presión. Varias asociaciones del sector ya han advertido que si no se normalizan los pagos en las próximas semanas, podría haber un paro técnico generalizado. Eso significaría una reducción directa en la producción petrolera y un impacto aún mayor en la economía regional.
En medio de todo esto, las pymes son las más expuestas. Las grandes contratistas tienen más músculo financiero, más relaciones políticas, más margen para aguantar. Pero una empresa familiar que trabaja con 10 o 15 empleados, que depende de dos o tres contratos activos con Pemex… esa no tiene margen. Aguanta lo que puede, y cuando no puede más, cae.
Una lista rápida para entender las consecuencias que ya están ocurriendo:
- Despidos masivos en empresas proveedoras
- Cierres temporales (y algunos definitivos) de pymes en el sector energético
- Atrasos fiscales por falta de liquidez
- Empresarios recurriendo a sus propios ahorros para sobrevivir
- Riesgo de paro técnico si no se resuelve la deuda en el corto plazo
Esto no es una advertencia. Ya está pasando.
La situación es grave. Y lo más preocupante es que, aunque se han dado pasos, falta claridad, compromiso y rapidez. Cada semana que pasa sin soluciones reales, más empresas se ven forzadas a parar. Y cada empresa que cierra deja familias sin ingresos, comunidades más frágiles y un sector estratégico del país en peor situación.
Pemex sigue siendo un motor económico en muchas zonas del país. Pero ese motor no puede funcionar si sus proveedores están en ruinas. Si se quiere proteger a la industria petrolera, hay que empezar por pagar lo que se debe. Así de simple.